domingo, 26 de junio de 2016


Al,

Siento que necesito escribir, escribirte. Porque todos estos años fuiste una guía. Porque te quise y quiero. Porque me haces falta. Y porque no sería yo si no me pasase la vida recordándote aún ahí dónde ni siquiera te haya imaginado.

Aunque suene absurdo, son más mis ganas de escribir que de saber cómo hacerlo. Y es ahí donde he flaqueado. Cada vez que te pensaba, cada vez que mi necesidad de escribirte crecía, también lo hacía mi miedo a transformar todos esos pensamientos convulsos en palabras. Porque sí, te he pensado. Y también he fallado. Porque la imaginación y las letras nunca me fueron suficientes. Y busqué evadirte. Me mentí, nos mentí.

Creo que ni tú lo recuerdas, pero no nos conocimos a los catorce ni a los quince. Fue a los doce. Eras más pequeño, menos risueño y más extrovertido de lo que alguna vez fuiste. No sé cuándo es que se fue apagando aquello. O quizás fingías mejor. Pero yo me enamoré de eso aunque al mismo tiempo te envidiase por ello.

Solías parecer siempre feliz, sonriente, sencillo. Tan fácil de leer que me daba envidia pensar que no hubiese nada que te desanimase. Que tuvieses una realidad tan distinta a la mía. Nunca pensé que un simple momento en el que tú decidieses que yo existía y en que yo decidiese odiarte por existir nos marcarían tanto. Qué ridículo.

Pero vamos a empezar desde el inicio. Yo no era lo que se dice agraciada, tampoco amable y ni de lejos una persona sociable. Es más, ni siquiera había notado que existías porque si estaba en clase, era para descansar de lo que me rodeaba. Me concentraba en clases y luego en fingir pertenecer a un grupo al que consideraba estúpido.

Nunca pensé realmente hablar con alguien. Y un día se te ocurrió que una persona con la que me viste hablar era mi pareja. Y creí que con ignorarte bastaría. Pero no parabas de hablar, nunca lo has hecho. Y como jugando, terminamos hablando más de lo debido. Te alegrabas por mí y empezabas a hacer que los demás me importasen. No sé si lo sabes pero después de ti no volví a ser la misma. Estaba dolida, le había dado la espalda al mundo y tú me estabas regresando a él.

Pero, ¿todo tenía que acabar en un momento, no? Y sí, acabó. Estabas algo ebrio y yo no te pude perdonar ser un completo idiota. Luego te fuiste del colegio por problemas personales. No lo entendí entonces pero dolió. Regresaste un año después y fingías que yo tampoco existía. Nunca lo dije pero aquello también dolió. De hecho, no creo que ninguno de los dos hable de aquello. Simplemente, para ti existimos después de los catorce.

Empezaste a hablarme por trabajos y yo fingí que no me importaba. Que no me importaba que salieses con E, ni que la engañases con D, ni que también te importase muy poco que A sintiese algo por ti. Fingí no notar que me usabas. Y en cambio empecé a sentirme mal conmigo misma. Aquello tampoco te lo dije, pero sí fuiste la primera persona.

Entonces un día, te convertiste en una razón. Mi primer cigarrillo, la primera noche fuera, las primeras escapadas. No fueron contigo pero fueron por ti. Aquello tampoco te lo he dicho. Si hubieses estado, R nunca hubiese sido algo. Pero tú siempre llegaste tarde, al igual que yo siempre lo he hecho contigo.
Comenzaron a agudizarse los pleitos en casa, comencé a recurrir a Ana y Mía, comencé a salir más y a vivir menos. Comencé a odiarte sin querer. Y un día, M regresó. Nunca te lo dije pero a los doce, él me dedicó una carta. Me mentí diciendo que me importaba. Que ahora que era diferente, era lo que necesitaba. Y cuando por primera vez preguntaste si había alguien, te dije que si existía. Y en ese momento, al menos yo creí que era así.

Pasaron los meses y éramos más amigos. Aún me dolías pero también habías dejado de importar. En aquel entonces dejaste de ser un motivo y te convertiste en uno más. No podías contarte lo que me ocurría. No podía decirte que ya no quería salir contigo porque temía que me hicieses comer. No podía decirte que no me sentía bien en público ni que quería morir cada dos segundos por no poder soportar la ansiedad.

Entonces salimos en contadas veces, cada vez menos. Sentías que te dejaba, lo dijiste. Pero no fui capaz de reconocerlo. Y un día, simplemente dejé de asistir al colegio. No se lo dije a nadie, pero ver que M prefería a otra me dolió. No por él, sino por ti. Porque la mentira me recordó a la realidad. Y porque todo era muy pesado. Ese mismo día, después de ver a M, supe que era el fin.

Me transferí a la academia y te dejé atrás. Me quitaron el celular, internet y empezaron las consultas médicas. Dejaste de importarme. Ahora solo odiaba y amaba a Ana y Mía. Había llegado a los 55 kg. Y una parte de mí ya no soportaba seguir por menos.

Me contaron que me buscabas, que ibas a mi casa y que yo nunca estaba, que llamabas y nadie atendía. No fue hasta que me devolvieron el celular en que te vi de nuevo. Pero yo ya no era la misma. No te dije que lo hice por otra persona, que quería rechazar a alguien y tú eras solo un pretexto. Que te hice ir a recogerme al instituto por juego.

No te dije que me importaba muy poco que ahora vinieses cada vez. No te dije que notaba que te interesaba desde hace mucho. No te dije que ya había caído en cuenta de a qué jugabas.

Entonces fui egoísta. A pesar de notar que habías perdido peso y que debería apoyarte, siempre te quise para mí. Tu relación se fue a la mierda. Terminaron porque ella pensaba que yo te importaba demasiado. Ahora lo sé. También sé que tu hermano me odió por eso, porque pensaba que solo me aprovechaba de ti. Y era en parte cierto. Te usaba para sentirme mejor. Pero yo creía que era la amistad que teníamos, que habíamos formado. No noté que yo de verdad te importase.

Luego quisiste decírmelo varias veces, y en todas te desvié. Hasta que ya no pudiste más y habías decidido dejarlo. Qué curioso que en ese momento tuviese que irme de nuevo. Y no lo soportaste, me buscaste una vez más. En ese momento no lo supe, pero eras dependiente. Amabas que lo decidiese todo por ti, que te guiase. Eras tan tonto que no notaste que tú me eras necesario a mí, que tú siempre me guiaste, que si hubieses sido más valiente como con las demás, yo te habría valorado.

Pero ambos fuimos cobardes. Yo cuando empezamos y tú cuando no pudiste.

Lo pospusimos, al igual que nuestros encuentros después de eso. Aún lo seguimos posponiendo. Ahora tienes una familia que te espera pero que te ofusca. Aún me llamas cuando las cosas van mal, cuando me necesitas, cuando me extrañas. Y yo lo hago cuando no está quien quiero.

Hoy nos descubro.

Descubro que siempre estuviste ahí. Y que yo también te quise. Pero nos mentí demasiado.  


jueves, 17 de julio de 2014

No hay doctor.

Love will remember / 17 / 07 / 2014
Part I
Un título cursi para un momento del mismo tinte. De nuevo la constante como/no-como me invade, como si el vacío pudiese llenarse con un acto tan pueril y al mismo tiempo rechazarse su condición. No es que existamos porque necesitemos amor, existimos y con este nace la sensibilidad que prepondera el amor por sobre todas las cosas. No obstante, cuando el vacío es todo lo que queda, incluso una banalidad se vuelve significativa. Puede que sazonar algo que debió construirse en algo menos factual y más vivido hubiese podido sacarme el ensimismamiento; no obstante, son riesgos que nadie podría afrontar.
Comer se ha transformado en un ritual en el que una parte de mí es complementada, llena, con sentido. No comer, la ausencia de todo ello: el vacío infinito, los desvelos a puerta cerrada, las tantas veces murmurada pesadez. Entonces, cuando siento que vuelvo a existir, empiezo a querer darle un balance. Ya nada me satisface: adquiero y regreso, consumo y rechazo, como y vomito. Cualquier inestabilidad no existe más que por la conciencia de estar vivo; de estar vivo y odiarlo. Con cada lapso de tiempo, de un  rojo intenso listo para fundirse en las estrellas: todo intento sigue siendo absurdo.
Probablemente solo yo me entienda en este momento, y está bien, es un reporte clínico antes que un acto comunicativo porque la medicina aún no ha sido inventada. A falta de cura, solo queda el didactismo. Ridícula la forma de odiarnos y amarnos, como si con eso arregláramos algo.
¿Seres vivos somos o parecemos? Se come cuando se busca llenar un vacío y al mismo tiempo se busca reafirmar la existencia: vomitamos cuando somos conscientes de que poco o nada vale. No digo que la etiqueta de patología posea una justificación victimaria, digo que es más que solo querer reconocimiento externo ligado a un infantilismo inusual.  De característica: caduco, que dicho sea de paso, es propio de las familias que pueden pagar alguien que arregle vínculos que nunca se han edificado.
No digo que somos vacíos por completo, digo que como seres humanos una parte del amor se nos negó, y en su ausencia, se reemplazó por palabras pueriles que nada hicieron más que borrarnos del lugar. Porque quizá esa ausencia nos hacía estar demasiado presentes en sus mentes, porque quizá siempre existe el deseo de terminar lo que alguien ya empezó: hacer sentir al moribundo que su lugar no es la tierra, que está robando oxígeno y que de nada vale su lamento más que como motivo de usar el trajecito negro olvidado al fondo del armario.
A cada uno le tocó algo que debió reclamar al nacer. Supongo que eso no estuvo en nuestro contrato de existencia, sino que, cual neonato nos apegamos al papel. Ahora comer sigue siendo esa única vía de probar que aún existe vida. Comer y regresarlo, que la realidad es diferente, que en el fondo no existimos para nadie. ¿Cómo te voy explicar que todo lo que siento es vacío?, piensa este cuerpo que habla. Probablemente no lo entiendes, nunca lo harás.
Estar loco es carecer de la lógica que manejas. No existe otro modo de justificar aquello que nunca te has dignado a repensar más allá de un momento crítico. Tampoco crees en posibles momentos de sueños inconclusos. A tu modo de verlo, siempre será una etapa. Y estaría bien si tan solo pudieras ir por el mundo diciéndotelo en tu fuero interno, pero es pedir demasiado, supongo.
Esa parte que tiene que olvidar aún sigue dormida. Existe la anestesia, siempre lo hará, ¿y eso sirve? ¿Acaso eso ha arreglado algo? El dolor es uno solo, ese se lleva en el alma. Aún los sueños ya no son nuestros. ¿Qué sabes, entonces, que te permita diagnosticarlo?
No conoces lo que es despertar a media madrugada a preguntarte por cosas que para ti nunca han significado nada y que te gustaría tenerlas. No sabes que bajo esa tolerancia en el rostro que debo manejar, existen más pasiones de las que alguna vez he sido capaz de expresar. Qué puedes concebir como normal si todo lo que haces es atenerte a lo que otros digan. Qué sabes del vacío que también habla con quienes nos sentimos sus hijos. Qué sabes de las miles de heridas que has construido, qué sabes de aquellas que sigues construyendo.
Anorexia y Bulimia son vivir con uno mismo y con el conocimiento de estar limitado a ello. No es querer verse como alguien de acuerdo al molde estético impuesto, no es sentirse menos que todos o ser una persona débil. Es tener el derecho a estar cansado, a sentirte vulnerable y a expresarlo, así sea mediante brotes. Vomitar y no hacerlo son parte de la desesperanza de conocer esos límites; es buscar existir y saber que no es posible, que está vedado. Que el amor que se supone corresponde a todos, nunca ha existido. Es ser conscientes de que un amor superficial no va más allá de esta piel en la que habitamos; que necesitábamos más y el mundo nunca nos dio ni lo opuesto. 


domingo, 23 de junio de 2013

No sé de donde.



Rosalée detestaba pensar demasiado las cosas antes de poder siquiera decir algo. Odiaba ser una «pequeña soñadora» como solían decirle su madre y el hermano de Galathea. De hecho, ante todo, odiaba más el adjetivo de “pequeña” que de soñadora porque quien lo pronunciaba era aquel para quien jamás hubiese querido serlo. Peor aún, siendo mayor que Galathea, odiaba que ella fuese llamada así. Una parte de su corazón evocaba a cada instante la forma de ser de aquella, su forma de desplazarse por el mundo reclamándolo como propio. Conocía su hermano, a la familia entera, y sabía que no era algo “netamente familiar”. Era Galathea en sí, y por mucho que detestase admitirlo, eso le fascinaba. Observó como la muchacha frente a sus ojos murmuraba para sí misma mientras hacía alguna especie de dibujo que desde dónde estaba, no podía ver. El despacho de Aramis era enorme ante sus ojos ya que triplicaba su habitación por mucho. De hecho, si se encontraba en el umbral de la puerta era porque el tamaño del lugar siempre la abrumaba. Y ver a Galathea en el asiento principal como si fuese dueña de todo mientras garabateaba en uno de los cuadernos de Aramis la puso a la defensiva inmediatamente. Sentía que debía proteger todo lo relacionado con él, evitarle el más mínimo disgusto, complacerlo… Cuando notó que Galathea llevaba una de sus plumas a la boca no pudo evitar decir lo primero que le viniese a la mente.
-          ¡Lo estás quebrando!-señaló la castaña mientras la aludida mordía la parte superior la pluma que le habían prestado. Aquello la sacó de sus propios pensamientos empujándola a alzar el mentón y arquear una ceja.
-          ¿Y? –inquirió como a todo lo demás dejando de escribir.

Galathea acostumbraba siempre a sacar una mueca risible como si todo le resultase gracioso y al mismo tiempo no. Jamás daba una sonrisa completa, siempre era una mueca que podía tornarse en miles de gestos, gestos de los cuales solo ella tenía razón puesto que nadie nunca entendía bien lo que decía a pesar de que la escuchasen. Y es precisamente aquello lo que resultaba desconcertante con ella, lo que la hacía subir la guardia. Una desconocida aún para quienes llevan una vida con ella, remotamente al menos. 

Rimbaud.

¿Y si ese violín descubre que nunca fue madera sino astilla?



jueves, 14 de febrero de 2013

A simple block.




Me pregunto si cuando dicen "no" alguien realmente se cuestiona si es más que un capricho, un razonamiento intrínseco o una manía compulsiva. Me pregunto si de verdad lo hacen porque yo no. Resulta irónico, en verdad. Y a menudo es una de mis palabras más utilizadas, ¿por qué? No tengo una idea en absoluto. Rogaría haberlo sabido antes.
No.
Las personas tímidas suelen decirlo, suelen responder con un "no" antes que atreverse a decir un sí con consecuencias. Son personas cerradas que muy poco han de saber de lo que pasa a su alrededor más de lo que ellos observan. Se centran en una persona y el resto se eclipsa. Pero viene el "no" y por más que sigan observando su objeto de deseo estás dicen "no" cuando lo tienen cerca, dicen "no" a una posibilidad y se dejan llevar al fondo en algo que no solo les corresponde a ellos. Suena absurdo, pero es tu "no", ¿o me equivoco? Yo creo que no. 
Esto va a sonar fatal porque siento que te he condenado al "no". Suena irónico, debiste haber dicho "no" desde un inicio, ¿sabes? Aquello no fue común. Probablemente yo ya te he dado una ruptura limpia, me volví en tu "no". Mentí bien, como siempre. ¿Y tú? ¿No pudiste hacer lo mismo? 
Ya no quiero que vuelvas. Ya lo has hecho una vez. Ya me cansé de intentar y desdoblar hojas que luego ni el viento las puede mover. Es cierto que cada cosa que descubro me tiene aquí, de nuevo, pendiente. Pero no puedo, sencillamente esto va más allá de ti y de mí. ¿Quieres una razón? ¿Una? Creo que este borrador me da para más de uno. Y la verdad es que duele que las teorías de otros se comprueben por sobre la mía propia. Se supone que el timón de todo lo teníamos nosotros. Pero supongo que esa es una de las cosas a las que dijimos "no".  

...

Nunca te entendí hasta que ya no estuviste Y supongo que como toda constante, el extrañarte te ha hecho algo más que un simple número con fecha de caducidad. Dije que no eras más que un producto de la mente, que no existías y que esto no era más que una fijación. Pero no, la verdad que nunca entenderé esa manía mía por negarte. 

...

Quisiera decirle al mundo que existes, que la noche está acabada y el ayer es algo muy remoto como para ser olvidado. 

...

Quisiera que fueras no ese era, si no un es. 



...

La negativa pesa más que un muro de concreto. Y me pregunto realmente quien sale herido. ¿Por qué? Porque el "no" viene correlativamente a tus labios y no demora en salir, sin embargo, demora en irse. Probablemente ya lo has superado, has asumido que nunca te quise y que no quiero saber de ti. No hay puntos sobre íes que poner. Mi caso es algo ni remotamente parecido. A ti no te ata ninguna posibilidad, a ti no te ata una máquina al pasado constante mientras entrecierras los ojos. A ti no te asaltan los sueños a medianoche en los que la historia se escribe por sí misma. A ti no te atan mis versos sobre mojado, a ti no te hiere el recuerdo de una palabra ni mucho menos una canción. Para ti todo está en una página remotamente olvidada de un libro anterior. Un libro que soy yo, una página de algún lugar que no sea más que prescindible. Probablemente no más que un prólogo con punto final.Es absurdo, pero el "no" fue tu sí hacia adelante. El final de u-no es el inicio de otro, y mi final llegó mucho antes de iniciar.

...



Auto-negativas de ayeres diversos entre mañanas de hoy.
Ni siquiera crea a una nueva página.